Polémica Literaria


Selección de Gabriela Lira


Cuando la literatura de género se ajusta a esquemas demasiado rígidos y suprime por completo el vuelo imaginativo, produce un divertimento mecanizado en el que todo es previsible, pero si la literatura de vanguardia, en su afán por no rendirle cuentas a nadie, se permite cualquier capricho, degenera en el balbuceo infatuado o en la vacuidad grandilocuente. Las obras de mayor valía no florecen en los polos de esa esfera, sino en la zona ecuatorial donde el meridiano de la libertad se cruza con el paralelo del rigor.

 

***

Cuando la voluntad de estilo es fácil de percibir en una obra literaria, podemos estar seguros de que el estilo en cuestión adolece de graves defectos, pues de lo contario el lenguaje sería un componente orgánico de la obra que no resaltaría a simple vista. Valorar los nobles afanes de un escritor significa abrir la puerta a la misma charlatanería conceptual que ha invadido las artes plásticas y convertir la crítica en una voluntad de crítica.

***

Si los doctores en narratología equiparan los engendros monumentales de Fuentes y Del Paso con un prodigio como Paradiso, por una pretendida semejanza estructural, deben sostener entonces, con la misma lógica valorativa, que Sharon Stone y la madre Teresa de Calcuta están igualmente buenas por tener esqueletos muy similares.

***

La evasión creadora es incompatible con la idea de una cultura reglamentada, pero la evasión erudita, estéril, calificada por sinodales, necesita certificados de autenticidad para sostener su mentira.

***

La teoría literaria se ha vuelto un obstáculo para gozar la literatura. Me apena ver a esos investigadores jóvenes que destazan un poema y hacen gráficas ilegibles. ¿Para quién escriben? Su terminología se vuelve cada vez más sofisticada porque no tienen nada que decir. Si yo fuera joven y tuviera interés en las letras, preferiría ser cronista deportivo que doctor en Semiología. Hay más literatura en los diarios deportivos que en muchas tesis de doctorado.

***

Para la tecnocracia universitaria, una buena tesis no es la que dice algo nuevo o diferente sobre un tema específico, sino la que explica detalladamente cómo se desarrolló la investigación y cuál fue la metodología utilizada para obtener un conocimiento que jamás aparece por ningún lado.

***

La injusticia en la valoración del talento se traduce tarde o temprano en una pérdida de poder cultural efectivo, porque la credibilidad de cualquier árbitro sufre una merma considerable cuando engaña al público sistemáticamente. La fiscalización del público es necesaria para evitar los males de la endogamia crítica, pero por lo común, los integrantes de los cenáculos creen estar por encima de cualquier escrutinio, y de ese modo relajan sus controles de calidad.

***

El fingimiento de la admiración mutua provoca una reacción en cadena que transforma la vida literaria en una farsa grotesca.

***

Tendemos a creer que los grandes villanos de la república literaria son los francotiradores de la crítica que no dejan títere con cabeza, pero en realidad ellos sólo pueden lastimar algunos egos. Lo que de verdad empobrece una literatura es la prostitución de la amistad entre escritores y la cooptación sistemática de la crítica por parte de los trepadores profesionales que utilizan a sus colegas como escalones para obtener prestigio o poder cultural.

***

La innovación y el culto del pasado son extremos que se tocan. Las grandes revoluciones del arte y del pensamiento ocurren cuando alguien dotado con la mayor agudeza intuitiva se sumerge en la antigüedad hasta observar la condición humana desde un ángulo distinto. Nietzsche escudriñó el pasado en busca de una novedad eterna que nada tiene que ver con las modas, pues ya estaba ahí para quien supiera verla.

***

El novelista histórico debe poseer, más que ningún otro, la capacidad para diferenciar lo temporal de lo intemporal en el terreno del lenguaje, y sólo puede conseguirlo si tiene una sensibilidad bien afinada para identificar la presencia del pasado en el mundo contemporáneo.

***

El relato fantástico es anterior a la invención de la escritura, pero como concede una libertad irrestricta a la imaginación, permite que un escritor escape del presente y cree algo nuevo, no desde el punto de vista de la evolución histórica, sino desde la perspectiva de la eternidad.

***

Si la palabra es la “bestia de la idea”, como creía Víctor Hugo, el lenguaje no puede ser por completo una obra de la razón, porque comparte las imperfecciones y las turbulencias del animal humano. El romanticismo descubrió que lo más característico de nuestra especie no son sus vanos intentos de aproximarse a los dioses, sino los pensamientos del cuerpo, las ideas con sangre y vísceras que jamás podrá concebir una inteligencia impertérrita.

***

El poeta romántico es un Robespierre del diccionario y al mismo tiempo un megalómano en potencia, porque a la manera de los videntes antiguos, vuelve a sentirse depositario de una verdad revelada. Pero esa verdad, paradójicamente, lo induce a desconfiar de la razón para convertirse en un instrumento de la naturaleza.

***

No hay peor esclavitud que vivir atado a las palabras, cuando no se tiene nada que decir con ellas. La verdadera revolución del lenguaje poético, a cien años de Mallarmé, sería salvarlo del autismo, ya sea juguetón o grandilocuente, y quebrar el espejo donde se mira extasiado. Tal vez entonces el médium vuelva a decirnos algo.

***

El vacío de poder cultural que en los años 60 y 70 llenaron los teóricos literarios y ahora llenan los alpinistas del monte Parnaso quizá no se deba a la masificación de la lectura, ni a la escasa influencia de la crítica, sino a la mercantilización del prestigio.

***

En América Latina, la revolución cubana desencadenó una oleada de tartufismo intelectual que alcanzó su máximo apogeo en las décadas del 60 y 70. El resultado fue una epidemia de literatura panfletaria que propagó por doquier el narcisismo de la conciencia, un sentimiento particularmente nocivo para emprender cualquier exploración de la naturaleza humana.

 

***

La novela pierde mucho cuando da la espalda a la opinión pública, o cuando los hábitos de lectura tienden a excluirla de ese terreno, pues los escritores de ficción no sólo pretendemos seducir al lector, sino convencerlo de que una historia vivida por personajes imaginarios le concierne en su doble dimensión de ser humano y sujeto social.

 

***

Quien sienta cátedra o pontifica en una novela comete sin duda una pifia estética, pero quien se regodea demasiado en la retórica banaliza una evasión creadora que languidece y muera de asfixia cuando le da la espalda a la vida.

***

En buena medida, el prestigio de la literatura experimental descansa en un argumento de autoridad, y es ahí, al abrigo del hermetismo y la vaguedad, donde el mundillo literario comete sus mayores fraudes.

***

En Los monólogos de la vagina, Eve Ensler intenta demostrar que en un mundo con tantas mujeres vejadas por la rudeza o la mezquindad de los machos, tocarle el clítoris a una amiga no es un impulso cachondo, sino un gesto humanitario. Si las intelectuales lesbianas hicieran propaganda abierta en favor del amor sáfico, crearían obras picarescas muy disfrutables, pero a mi juicio cometen una adulteración al querer apropiarse la causa feminista para llevar agua a su molino de nixtamal. Un pícaro que no confiesa sus intenciones con saludable cinismo se vuelve un tartufo.

***

Lo que le caía en el hígado era la soberbia de los funcionarios infatuados con el relumbrón de sus cargos y su tendencia a confundir el escalafón burocrático con la jerarquía intelectual. Escritorzuelos que no eran nadie en el mundo de las letras se convertían de la noche a la mañana en glorias nacionales por el simple hecho de manejar un presupuesto. 

***

Para él, todo escritor digno de ese nombre, más aún si era poeta, debía estar inconforme con la realidad y desesperado por cambiar el mundo. Los que tenía enfrente parecían hechos de otra pasta: no deseaban cambiar nada, sino revestir la podredumbre con su retórica preciosista, como si vivieran en un país culto, desarrollado y libre, donde la literatura de combate resultara superflua.