Como los cazadores astutos, la reflexión humorística no ataca frontalmente a sus presas: prefiere dar un rodeo en espera de una paradoja reveladora que le permita dar en el blanco o ver más allá de las apariencias. De manera que Giros negros tiene una vocación giratoria por partida doble: no es un edificio bien ordenado, sino un rehilete que dispara ideas en varias direcciones, a veces opuestas, con la esperanza de que alguna pueda germinar en la mente del lector. He admirado siempre la búsqueda de objetividad en la crónica y el ensayo, y la practico en la escritura de ficción, pero nunca he podido ocultarme tras bambalinas cuando expongo una opinión corrosiva. De manera que este conjunto de textos es también un diario indiscreto donde el autor se incluye en el mundo ridiculizado, a la manera de Petronio, el autor del Satiricón, que no se creía moralmente superior a su objeto de escarnio (la sociedad romana en la época de Nerón) y quizá por eso la retrató con mayor acierto que Juvenal, el predicador adusto que la condenaba con santa cólera.
Como cualquier escritor, quiero convencer, pero me gustaría que este libro fuera leído como yo lo escribí: con el ánimo festivo y chocarrero del espectador que asiste a una carpa.
Enrique Serna